
Por un momento, no hubo sirenas. No hubo mangueras ni humo cortando el aire. Hubo una cámara encendida, una voz preguntando y un grupo de hombres con más voluntad que recursos. La guardieña, Denice Céspedes, periodista, comunicadora, boliviana en el exilio voluntario del progreso, los miraba como quien redescubre el fuego.
Estaban en un espacio prestado, los Bomberos Voluntarios FV-FEROS, en el municipio de La Guardia en Santa Cruz. Eran 44. Eran muchos. Y tenían poco. No había cuartel, pero sí una cisterna, una camioneta, y un número —73100066— que respondía ante emergencias forestales, rescates de animales, incendios estructurales, accidentes. No tenían todo, pero estaban listos siempre.
La entrevistadora dejó de grabar. Algo se activó en ella. No era resignación. Era impulso. Y no era un impulso cualquiera. Era de esos que cruzan océanos y logran encender lo que parecía apagado. “Me contactaron por mis redes sociales. Y me hablaron sobre su realidad y necesidades”, cuenta.
Hay cuatro trajes de bombero. Cuatro. Para 44 personas. Comprados con su propio dinero. Los otros, los que no alcanzan uniforme, se visten con lo que tienen. Pero eso no impide que corran. Cuando el monte arde o un auto se revuelca en la ruta, ellos van. Corren. Salvan. Y callan.

Alberto Morales camina por el predio como quien ya sabe que el heroísmo no necesita reflectores. Sabe, también, que lo que hacen no siempre se ve. Ni se reconoce. Pero lo hacen igual. Como un mantra. Como un juramento silencioso. Como una promesa a la comunidad.
Desde Washington D.C., entre su trabajo, reuniones y coberturas para medios que valoran su mirada, Denice Céspedes no olvida. Ni quiere. En su última visita a Bolivia —una de esas visitas que no son turísticas sino que tienen propósito— vio a los bomberos y comprendió que hay necesidades que no se denuncian, sino que se abrazan.

Desde su residencia en el DMV area de Virginia, Maryland y Washington D.C, prepara una campaña de recaudación de fondos. No será improvisada. Habrá un video. Habrá subtítulos en inglés. Habrá palabras que intenten traducir la urgencia. “La comunidad boliviana aquí es grande y generosa”, dice con esa certeza de quien ha visto cómo los paisanos en el extranjero se convierten en familia.
La idea —cuenta— es dotar de equipamiento a los bomberos de su municipio. Y si se puede, llegar más lejos. En Bolivia, el heroísmo muchas veces se aplaude más de lo que se apoya. Pero entre ese aplauso y el olvido, hay mujeres como Denice que regresan, que escuchan, que vuelven al norte con una causa más en la maleta. La periodista fue nombrada embajadora por los Bomberos Voluntarios FV-FEROS.

Gracias a estas acciones Los bomberos de La Guardia no se apagan y tiene la esperanza de un mañana con trajes nuevos, con herramientas dignas y con más manos para apagar el fuego







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